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El lugar de un padre. Por Daniel Ripesi

Comentario de "La tercera margen del río", de Guimaraes Rosa
Laura Ripesi

Para pensar la función paterna, nos detenemos en los gestos de un padre. Un padre se hace significante para este hijo al inventar un lugar. En ese ámbito (ni lejos ni cerca, ni en esta orilla ni en la otra, suspendido en la mitad del río), se puede tener trato con él, pero caído de ese territorio, domina para el hijo la indiferencia de su cercanía o el terror de su abandono.


Es un hecho bien conocido que el río es un símbolo paradigmático de lo que cambia de manera permanente.  "No nos bañamos dos veces en el mismo río", nos advierte la máxima heraclitiana. En mayor o menor medida, hay una alteración constante en todo cuanto nos rodea y aún en nosotros mismos. Todo aquello que tome el rigor de una constancia, o consolide a nuestros ojos el valor de una permanencia, supone un engaño inaceptable. En ese flujo permanente del devenir, la menor detención que pretenda ser una figuración estable y reconocible, la menor definición de un sentido (ya sea en la forma de un destino a "proyectar" o "cumplir", el de una identidad que se hace -y nos hace- reconocibles, o la de un mundo que se nos hace cercano y familiar), es una mera ilusión. El río refleja el flujo incesante de la vida. En ese torbellino, en ese movimiento irrefrenable, Guimaraes Rosa sitúa la presencia de un padre. Y allí, ni la corriente impetuosa del río lo arrastra, ni -a partir de su presencia- el curso de las aguas se detiene. Embarcado en su canoíta, suspendido en medio del río, el padre da fundación -y se sostiene- en la "tercer margen del río". El hijo, que, como se dijo, es quien nos narra las alternativas de esta ocurrencia paterna, comenta que su padre se mete en su canoíta, suelta la soga que la mantenía amarrada a la orilla, y deja que la pequeña embarcación se empiece a alejar, "proyectando la sombra alargada de un yacaré..." Y agrega: "Nuestro padre no volvió. Pero, en realidad, no se había ido a ninguna parte. Inventaba la experiencia de permanecer en aquel espacio del río, justo en su punto medio, siempre dentro de la canoa, para no salir nuca más de allí. Lo extraño de aquella verdad nos espantó. Lo que nunca había sido, sucedía."  Un padre, entonces, que se va pero que no se aleja, que inventa un lugar, ni muy próximo ni demasiado alejado, un lugar en donde alojar una experiencia que obliga a pensarlo.
            

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